Un análisis publicado en 1979 explora cómo la percepción de la moda antigua ha cambiado y su influencia en el estilo contemporáneo.
En un análisis sobre la moda vintage, publicado originalmente en la edición de abril de 1979 de Vogue por Anne Hollander, se explora el concepto de la vestimenta antiquada y su evolución a lo largo del tiempo. Hollander señala que la “moda vintage” es un fenómeno que surge enteramente del siglo XX, argumentando que hace un siglo, individuos con sentido del estilo, como Daisy Miller o Anna Karenina, no podrían haberse sentido elegantes con una pelisse de 1839, sin importar su estado de conservación.
La autora menciona que, en el pasado, la ropa dejaba de estar en tendencia de manera irreversible. Las prendas de las madres se volvían cada vez más ridículas con el tiempo, hasta que eventualmente podían alcanzar lo que se podría llamar “quirkiness” o singularidad. Vestirse de forma curiosa podía ser aceptable, pero solo en contextos específicos como el teatro, fiestas de disfraces o entre personas de la realeza, ancianos o niños. Sin embargo, este concepto de singularidad ha quedado obsoleto y ha sido reemplazado por una nueva admiración por las modas pasadas, no solo a través de reproducciones cuidadosas, sino por una genuina pasión por las prendas antiguas.
Hollander apunta que parte de esta pasión se originó durante la bulliciosa década de 1960, cuando las opciones de vestuario para fiestas de disfraces incluían prendas que parecían haber estado escondidas en un desván durante años. Las tiendas dedicadas a la venta de estas “reliquias polvorientas” se volvieron populares, y una pelisse de 1839 podría haber tenido un gran éxito en ese contexto, siempre y cuando tuviera suficiente deterioro. En la actualidad, la tendencia se ha transformado en un gusto juvenil por la lencería desgastada de encaje y muselina, que ahora se usa al exterior para efectos estéticamente románticos.
La colección de prendas antiguas no es un concepto novedoso entre los aficionados a la moda, aunque actualmente se limita a lo que se considera “antiguo”, dado que no se puede ver a nadie en el teatro vistiendo una pelisse de 1839, al igual que no se hubiera observado en 1879. Para que una prenda se considere “acertadamente usable” en el presente, debe datar aproximadamente de entre 1920 y 1950, un periodo significativo en la historia del gusto nacional.
Durante esas tres décadas, dos influencias cruciales dieron forma a la apariencia de la vestimenta moderna en Estados Unidos: la producción en masa y el cine. Estas fuerzas se unieron para convertir la figura vestida en un objeto estilizado y compacto, capturado de manera perdurable en imágenes de cine en movimiento. Desde entonces, nuestro gusto por la apariencia personal ha estado fundamentado en esta evolución.
Source: Noah Wire Services